sábado, 21 de noviembre de 2009

Economía y globalización - 2da. parte

Renace el Nacionalismo - sostenibilidad

Chris Zappone

Las clases medias del mundo son las
mayores perdedoras en el sistema imperante

A solo un año de empezada la crisis financiera, hemos podido sopesar lo que es la globalización en su real dimensión. El cuento de la globalización, desde el punto de vista cualitativo, parece que empieza a perder credibilidad. Una de sus más grandes falacias es la noción de que el lugar puede ser cualquier sitio (las fronteras se están borrando).
Vea cuan popular es la opinión de Thomas Friedman, quien dice que la tecnología ha convertido en irrelevante la localidad en todos los asuntos mundiales. Friedman es correcto cuando opina sobre un informe de contabilidad sobre productos, trabajo, pérdidas y ganancias: todo puede ser comprado y vendido con facilidad desde cualquier parte del mundo. Esto es cierto, pero a nivel humano, la falta de un lugar propio en el mundo globalizado, se ha convertido en fuente de profundas aflicciones para las personas.

Aun cuando la gente pueda estar siempre bien comunicada, y al instante, con cualquier parte del mundo, Friedman dice que la existencia atomizada de la gente puede ser alienante para ellos y hacerlos sentir desarraigados. Ejemplo: es muy incómodo para uno hacer fila por un largo rato tratando de solucionar un problema de servicio, para que al final nos encontremos con un operador de acento irreconocible. La globalización nos demanda aceptar esto como progreso, y nos obliga a renegar de una simple verdad: la gente quiere pertenecer a su lugar de origen.
Así como el dogma jugó un papel importante en el avance del comunismo, las relaciones públicas fue la mejor herramienta para promocionar la globalización. Por esta razón el asunto de la globalización es bastante discutible: la palabra ‘globalización’ no es más que un término muy llamativo que transmite a la gente optimismo sobre un mundo futuro reorganizado, y todos nosotros girando alrededor de una necesidad imperiosa por hacer negocios.

El lenguaje de esta ideología fue desarrollado por la generación de los "Baby boomers" (los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial), y tomado del argot creado en la década de 1960, cuando se vivió un intenso fervor revolucionario. En la práctica, la globalización demandaba a la gente tener una fe casi infantil en la codicia y el consumismo. Se decía que todas esas lacras eran benignas, y que con la paz mundial y la prosperidad ellas se auto corregirían.
¿Cómo explicar la creencia de que la transferencia de trabajos manufactureros hacia los países subdesarrollados, fuera vista como que es un esfuerzo que hacen para ampliar la prosperidad a más gente? Como si la motivación de las transnacionales fuera para hacer justicia, cuando en realidad lo hacen porque en esos países encuentran mano de obra barata.
Así como en el mundo se establecieron divisiones de lealtad e identidad, medidas por generaciones enteras en lo que duró la Guerra Fría, ahora, no hay duda, emergerá una nueva frialdad. Esta nueva frialdad tendrá la capacidad de paralizarnos. Surge la pregunta ¿cómo será este nuevo monstruo que ha de reemplazar a la globalización? ¿Qué podrá ser lo que represente una idea que cubra a todos los pueblos del mundo?
La idea de la sostenibilidad ha sido adoptada por los departamentos de relaciones públicas de las corporaciones, y de igual manera por los ambientalistas. Las ciudades deben ser diseñadas y administradas de modo que los ciudadanos puedan movilizarse con facilidad, respirar aire puro, tener acceso al transporte alternativo y mantener una vida de alta calidad. Los negocios de cara a la Apocalipsis que representa la crisis, se ven obligados a operar bajo metas de más larga maduración, y ya no tanto están esperanzados en ganancias trimestrales. Será muy interesante ver si la acostumbrada fascinación de los empresarios por estas ideas, va más allá de unas pocas frases de cliché adheridas a sus reportes anuales.
En última instancia, la sostenibilidad dependerá del apoyo que den las clases medias del mundo a esta nueva política económica, y también, ver si este apoyo se profundiza más que la resignada indiferencia mostrada anteriormente a la globalización.
El renacimiento del localismo (o nacionalismo), producirá en los ciudadanos de todo el mundo una sensación de poder e identidad. En la práctica esto significa: fuerte movimiento de las comunidades para afirmar el control del gobierno, manejo de los alimentos, medios de comunicación, la protección ambiental y su desarrollo cívico. Y se erigirán como grandes defensores de lo que es único en su lugar respecto a su identidad y definición de cada sitio en particular. La idea es eliminar los temores de la gente, del pensar que solo son una pequeña partícula en una economía global a la que es imposible influenciar, y difícil comprenderla.

Chris Zappone es un reputado periodista australiano especializado en temas económicos. Zappone está en Twitter
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